jueves, 23 de julio de 2015

El que busca encuentra (?)



Ese día despertó como cualquier otro. Sabía que iba más rápido que lo que el cuerpo le daba pero pensó que esa era la única manera posible de poder avanzar en lo que se proponía. Preparó una tostada, la taza de té que no llegaba al tope, y en menos de 3 minutos ya estaba afuera.
Mientras esperaba el San Martín, pensó que era su momento, que esa mañana nada podía pasar que fuera en contra de su deseo irrefrenable de voltear el rumbo. Pero que estúpido, si a fin de cuentas no depende de uno. No importaba, prefería pensarlo así. El viaje de 30 minutos lo tuvo enfrentado a una flaca de pelo castaño que lo puso incómodo. Por aquellos días, los vagones habían cambiado pero la densidad humana por metro cuadrado seguía siendo la misma. Cuando después de dos estaciones se aflojó un poco todo, se dio cuenta que la piba no lo miraba, eran sus ganas de que así sucediera.
Bajó en Retiro, apurado porque la hora del encuentro ya se le venía encima. Era obsesivamente puntual, a tal punto que solía llegar antes de la hora pautada, cuestión que lo ponía por demás ansioso. Corrió para no perder la C, y una vez arriba ya sabía que llegaría a tiempo.
Cuando pudo perderse entre el río de gente que se dispersaba en la intersección de Diagonal Norte y 9 de Julio, se puso los auriculares para distraerse en el instante previo. Una voz ronca gritaba: “Será un camino que no tiene huella, la suerte que le ha tocado a la estrella que te ha de guiar”. Cruzó miradas con manteros, gente pidiendo, pibes de vacaciones, madres atajando a pibes de vacaciones y algún que otro tragedia salvando al mundo por celular.
Hacía tiempo venía juntando fuerzas para poder romper la inercia que le impedía dar el puntapié para cambiar el rumbo de sus últimos años. Tenía la expectativa intacta de que esa mañana era el momento indicado. Se detuvo frente al edificio en el que había sido citado, miró la fachada y se adentró.

-       Hola, buen día! Vengo a ver a Juliana…
-       Si, tenías una entrevista con ella?
-       Si, me dijo a las 10…
-       Mirá ella no llegó todavía, si la querés esperar, podés tomar asiento…

Mientras aguardaba, fue observando a los que iban llegando. Se sintió un pelotudo por como había ido vestido. Entraban todos muy “descontracturados”: pantalones anchos, mochilas de pibe de secundario, una bermuda, y de vez en cuando una que otra camisa. Pasaron algunos minutos y empezó a molestarse, si había algo que lo alteraba eran los/las impuntuales. Justo cuando estaba por estirar un poco las rodillas vio que la mina que venía a ver, entraba al edificio, con una tranquilidad total como si nunca hubiera existido tal cita. Pensó en saludarla, porque aunque no la conocía, las redes sociales le habían hecho presente su foto de perfil. Dudó, pero decidió que era mejor esperar.
Lo que pasó después no tiene mucho sentido. Desde que vio aquella oficina supo que ahí no estaba la papa. La mina no le pidió disculpas por su impuntualidad o si lo hizo fue de un modo tan cordial como inverosímil. Escuchó la propuesta, se entusiasmó pero algo lo hacía dudar, allí en ese instante se condensaban todas sus inseguridades. No importaban igual, pudo exponer lo que sabía eran sus certezas y quedaron a la espera de un contacto. Con el correr de los días, mirar el celular cada 20´´ se había convertido en un tic nervioso insoportable.
Unas semanas después, cuando ya ni se lo proponía, volvió a despertar seguro de que esa mañana sería la indicada. Que quizás aquel último amague, había sido como ese equipo que toca fondo para renacer más fortalecido que antes.

lunes, 26 de enero de 2015

Román jugaba El fútbol


Esta no es una nota periodística. Tampoco es un perfil ni mucho menos persigue los fines pretenciosos de la supuesta objetividad. Esto que van a leer es solo un descargo de un tipo que desborda de nostalgia, cuestión que lo hará seguramente escupir una catarata de lugares comunes que lo lleven a desahogar un cacho de penas.
Vengo de la época de los 90`. Fui de los tipos que fue a la Bombonera durante aproximadamente 6 años y se comió el cuento que decía: “Boca va a salir campeón, Boca va a salir campeón el día que gritemos todos la re puta madre que los re parió!” Fue una época dura. Yo era pibe, la cara a punto de estallar de pubertad y el brazo derecho cubierto de pulseras azules y amarillas hasta casi llegar al codo.
Me acuerdo que cuando debutó Román no había ido a la cancha porque empezaba a joderme la mística del aguante y de que había que soportar las malas para que algún día al fin lleguen las buenas.
Te cuento esto para que contextualices algo que te puede pasar a vos, bostero que quizás sentiste algo parecido o a vos hincha de fútbol que no podés entender la enfermedad que tenemos algunos por el señor que se acaba de despedir.
La vida está llena de sinsabores pero también tiene esas cosas que te mantienen despierto, orgulloso, sonriente. Esas sensaciones están ancladas en momentos que uno guarda cuidadosamente. Por eso haber podido ser testigo de los 11 títulos, los 92 goles, las 169 asistencias, y demás genialidades de Juan Román Riquelme, es sin duda una de las grandes fortunas de esta vida. Yo le voy a contar a mis hijos que vi en la cancha jugar al tipo más importante de la historia del club. Lo vi hacer cosas tan simples como perfectas. Lo vi hacer goles desde afuera del área en donde parecía que el arco medía 25mts, la pelota entraba de tal manera que decías: “che pero el arquero no llegaba?”, te humillaba, pisaba la bocha en la cara y moverlo con el cuerpo era casi imposible. Yo vi a jugadores de River pidiendo clemencia y sin embargo él siempre les habló con respeto (a sus hinchas también).
Quedarán en la memoria los shores amarillos, la cara tensa y segura frente al nefasto del presidente, el no festejo de gol frente a los mafiosos que financiaban otros, los abrazos con el Virrey y tantos pero tantos otros recuerdos. Riquelme jugaba El fútbol. Riquelme hablaba de fútbol. Y eso que muchos no se bancaron habla de su hombría, de su estirpe, de su grandeza. Los medios del exitismo se ocuparon de pegarle una y otra vez, esos que hoy (como Román vende como loco) dicen en sus portadas: “Lo que nos dejó Román”.
A ustedes nada, giles. A los hinchas de Boca todo. Porque para un fútbol en donde se habla más de novelas de vestuario, pases millonarios o de botines que parecen zapatos de baile, Román jugaba El fútbol.
Por eso, si a vos te gusta el fútbol definitivamente te debe haber gustado Román. Y entonces inevitablemente hoy será un día con sabor amargo, porque al menos el pedazo de fútbol que él solía regalarnos, no lo vamos a ver más. Ni siquiera importa pensar si a la vuelta de la esquina de la salida del delincuente que hoy Boca tiene como presidente, existe la posibilidad de que la magia vuelva 6 meses más. No importa. Hoy se termina buena parte del fútbol grande de la Argentina. Los que amamos el fútbol sabemos cuánto vale haber sido parte. Y los que lo sentimos igual que JR, tenemos el plus de compartirlo con la misma dirección en el DNI: Brandsen 805 ¡Hasta siempre Román!