
Fuera de todo sensacionalismo, chauvinismo y todo tipo de
reacciones que este hecho genera, a mí hay uno que me llama poderosamente la
atención, y es que por un momento sentí que estaba viviendo en otra época,
cuando a decir verdad por algunos días de mi vida pensaba que la humanidad
estaba un poco más “acorde” al siglo XXI, pero sobre todo más aggiornada a los
tiempos que corren con sus problemáticas y con toda el agua que ya corrió
debajo del puente papal.
Definitivamente debo admitir que me equivoqué. Me tocaron
vivir experiencias surrealista en
primera persona, como ver llorar a una persona, no tan mayor como usted piensa,
festejar a otra más o menos como yo grité el gol de Maxi Rodríguez a México en
el mundial 2006, y algunas más que no vale la pena mencionar. Ni hablar de la
explosión nauseabunda de los medios y las redes sociales. “Dijo el papa: ahora
sí, vayan a laburar”, “Que bueno un papa argentino, ojalá no sea como la
presidenta!”, “Te guste o no te guste, este tipo es el argentino más importante
de nuestra historia”, etc.
En fin, no sigamos porque no tiene sentido. Solo quería
incluir estas impresiones para fundamentar algunas ideas que se me vienen a la
cabeza, sobre todo dos. Vamos con la primera. Siempre me pregunté cómo se podía
explicar que una persona que se dice “cristiana” (o sea que para algunos puede
ser sinónimo de “creyente en la palabra de Dios”) se la pase diciendo “negros
de m”, o se queje de los extranjeros en su país, o simplemente construya tan
simplistamente un “nosotros colectivo” que excluía a tanta gente. Me daba
curiosidad porque pensaba: “acaso no somos todos hermanos”, “acaso no somos
todos hijos de Dios”?
También me quedé reflexionando en su momento, cuando tuve la
posibilidad de visitar otras culturas donde te explican con tanta claridad de
que allí la Catedral Metropolitana está erigida justo encima de un templo
precolombino, o que allí los españoles se lo han llevado todo, han asesinado
brutalmente, y tantas otras vivencias de aquel nefasto encuentro entre el viejo
y el nuevo continente. Me sorprendía cuando esas personas que nos relataban su
historia al mismo tiempo llevaban su rosario colgado en el cuello.
La segunda impresión tiene que ver con lo que pasó esta
semana con la elección del Papa argentino. En esta lectura, yo puedo entender
que haya gente que se alegre por un sentir nacionalista, que para algunos cause
“orgullo” o para otros efectivamente implique la “emoción” de tener un nuevo y
máximo representante de la Iglesia. Lo que a mí me cuesta horrores concebir es
que efectivamente haya gente que haga de eso un hecho que se traduce en: “de
verdad, a ese tipo que está ahí lo eligió Dios, todo lo demás no importa”. De
ahí el “le guste a quien le guste” de muchos. En este sentido, yo no estoy
afirmando que Bergoglio sea un demonio, y hasta podemos suponer que en su
elección hay algo de “el mal menos peor”, que es jesuita, que se puso
Francisco, que no usó los bordados papales en su primera aparición, etc. Pero
me parece que hay hechos que fuera de todo subjetivismo, son empíricos: el tipo
fue en contra de leyes que ampliaron derechos (matrimonio igualitario e
identidad de género por ejemplo), miró para otro costado cuando otros dos
cristianos como él (Yorio y Jalics)
fueron “chupados” por la dictadura, se convirtió en un referente de la derecha
argentina más reaccionaria. Y ni hablar si nos referimos a la Iglesia católica
como institución, desde la dudosa muerte de Juan Pablo I en su momento, hasta
las incansables denuncias de pedofilia, o el curioso caso de ser una entidad
con un banco propio cuestionado por ilícitos manejos de dinero, etc.
Por eso, y para ir cerrando, si usted está de acuerdo con que
estos hechos sobre el nuevo Papa y la institución católica son datos
“objetivos” no me mienta en la cara, no diga “lo eligió Dios”. En todo caso,
asuma “lo eligió Dios pero de paso está bueno que sea argentino para que le
meta presión a la yegua, y sus vínculos con la dictadura no importan porque
total yo creo que en la teoría de los dos demonios”.
En conclusión, que quede claro que no me refiero a todos los
cristianos. Se de gente fiel a sus creencias, que no necesita intermediarios,
pero solo quería sentar mi posición de que
para mí es importante diferenciar religión (la fe en algo) de la
institución (Iglesia católica), porque
si de algo sirve el nombramiento de Francisco, es para tener en claro que los
papas son de carne y hueso, los eligen por algo en determinado momento y sobre
todo, que la elección del Papa es un hecho político en sí mismo. Yo de religión
se poco pero de seguro que todo esto que pasó esta semana poco tiene que ver
con Dios.