martes, 29 de octubre de 2013

Acerca de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual




     En el día de hoy la Corte Suprema de Justicia puso fin a un proceso extenso de 4 años en el cual el Grupo Clarín obturó por todos los medios (judiciales pero también políticos, sociales y simbólicos) la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA). A partir de hoy mismo el AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) no tendrá más pretextos para hacer cumplir la plena vigencia de dicha norma que tiene como espíritu la democratización de los medios audiovisuales en la Argentina. 

Hasta aquí la noticia. Ahora (como antes), hay varias cuestiones que merecen no olvidarse:

  •  Una real democratización de la comunicación supone pensar mucho más allá de la vigencia de una ley.  Requiere por ejemplo de que cada vez sean más los que reclamen al poder político y al poder económico que esto suceda. Esto es, que así como la ley 26.522 fue el producto de un extenso proceso de discusión de las organizaciones populares, las medios alternativos, etc., ahora (más que nunca) se siga exigiendo que todas las voces sean oídas.
  •  Esto además de depender de una voluntad política concreta de quienes conducen el poder ejecutivo, reclama a gritos que el conjunto de la ciudadanía sea quien lo exige día a día.
  • El AFSCA en representación del Estado hasta ahora poco a hecho para que el resto de la ley se cumpla en su totalidad. Ejemplo de eso ha sido el escaso otorgamiento de licencias a radios y medios comunitarios en general.



Ahora bien, este escenario no puede desconocer que este fallo sale a la luz en uno de los momentos más “críticos” en términos de legitimidad del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. No es el propósito aquí describir los porqué de esta situación ni menos aún establecer cuanto de estas condiciones son reales y cuanto discursivas, si es que se puede admitir una diferenciación entre ambas.

Por el contrario, lo que aquí me interesa es poder pensar cuáles son las condiciones que llevan a naturalizar aquel discurso que dice que la mal llamada ley de medios responde a un capricho del kirchnerismo en contra de un grupo económico en particular, y que dicha condición implica necesariamente descreer no sólo el propósito que la misma norma establece en su artículo nro. 1[1], sino también el proceso de debate previo que incluyó diversos actores sociales.

Seguramente, que dicho propósito exceda por mucho las posibilidades que aquí se presentan, pero al menos quisiera poder aportar algunas preguntas que contribuyan a poder releer el escenario actual. ¿Cómo llega un particular (una empresa) a postularse por encima de la sociedad toda? ¿Cómo consigue hacerlo desde el cinismo de suponer que su sustentabilidad va de la mano de la libertad de expresión de la sociedad toda? Y por último, ¿Cómo es que estas cuestiones se encarnan en las personas y se vuelven banderas o argumentos para despotricar contra el gobierno de turno?

Dichos interrogantes están pensados con un alto grado de ingenuidad. En primer lugar, porque ese particular es el multimedios más grande del país y como tal el principal formador de opinión de la sociedad argentina. Pero además, un conjunto grande de aquellos que se sienten identificados con el discurso del “gran diario argentino” son parte de una clase que post 2001 descreyó profundamente de los sectores de gobierno. Algo que si bien pasó con distinta tenacidad según el momento de nuestra historia, aquel final de la etapa más regresiva del neoliberalismo dejó sin dudas un marca imborrable, aún asumiendo que obviamente aquel momento afectó a la sociedad en su conjunto y no solamente a los sectores que aquí describimos. Sin embargo, sería necio plantear la discusión en estos términos solamente porque reduciría la cuestión a pensar en el solo hecho de cómo cada uno “lee” al kirchenirsmo, que podemos coincidir o no en sus políticas pero que nadie podrá negar que se presentó como el principal protagonista a la salida de aquella crisis.

Por lo recién expuesto, podemos deducir que algo que debemos incluir como un eje transversal es que todo aquello que se diga de la LSCA (pero de cualquier política de estado del kirchnerismo) estará atravesado por este escenario polarizado que según quien lo presente ubicará a los buenos de un lado y a los malos del otro.

En segundo término, para pensar el siguiente interrogante también incorporando el eje que acabamos de plantear, diremos que dicho escenario implica la negación de cualquier tipo de interés en saber o conocer cuáles son las causas efectivas de esta norma. Y esto vale pensarlo no solo desde como el Grupo Clarín durante 4 años presentó sus intereses como el interés de todos (libertad de expresión) sino que exige necesariamente repensar cuánto hizo falta (audiencia pública mediante) para que se desenmascare que ese interés individual (por más dominante que sea) no podía estar en nombre de todos. En ese sentido, lo que hoy determinó la Corte Suprema de Justicia habrá marcado un antes y un después en términos jurídicos pero para que desde ese plano se convierte en una real democratización de la comunicación, supondrá de una apropiación efectiva de cada vez más ciudadanos, interesados en ser beneficiarios de ese derecho. Por eso, dicho desafío requiere exceder la mirada y ampliar el foco que hoy está puesto en lo jurídico. No solo para que cada vez más sean quienes asuman ese rol que nos involucra con un Estado (no con un gobierno) del que somos parte todos. Por supuesto, que también podemos poner en cuestión si ese Estado nos representa o no. O si así como está nos parece que reproduce las condiciones sociales actuales o no. Pero justamente, si de eso se trata, para poner en cuestión al Estado (y a las corporaciones también) hay que tomar un rol protagónico con la historia, con los hechos y las conquistas sociales que involucran al conjunto de la ciudadanía. En ese camino, la LSCA en particular pero la democratización real de los medios en la Argentina es una causa que hay que defender en las calles, en las radios, en los medios, y en lo cotidiano de nuestros días.




[1]La regulación de los servicios de comunicación audiovisual en todo el ámbito territorial de la República Argentina y el desarrollo de mecanismos destinados a la promoción, desconcentración y fomento de la competencia con fines de abaratamiento, democratización y universalización del aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación” artículo 1 – Ley 26.522