El reloj marca las 19.45 del día 26 de diciembre de
2013. El 96 (ramal Semi-San Alberto) me levanta como hace 10 años en la
intersección de Cochabamba y Salta. En general, son unos 25 minutos hasta que
me deposita en las inmediaciones de mi querido barrio de Floresta/Villa Luro.
Sin embargo, a la altura del Parque Chacabuco aproximadamente el tránsito se empieza
a sentir y vamos al ritmo del número 2 de Boca en la actualidad. Algo anda mal.
Hay tufo, más clima de revuelta que de Papá Noel, que acaba de pasar sin pena y
sin gloria. Minutos después me asomo y desde la 25 de mayo se ven algunas gomas
quemadas, maderas, contenedores de basura, etc. Distintos focos de tensión,
donde grupos de personas se encuentran reclamando.
Una vez a pie, me dispongo a caminar las 10 cuadras
que me separan de mi casa. Unos pasos y ahí nomás me doy cuenta que la cosa
está podrida. Tengo una reacción estúpida, propia de TN y la gente: agarro mi
celular y me pongo a filmar mientras camino por una Rivadavia desolada. A la
altura de Cardoso está cortado con un par de fogatas caseras con distintas
tonalidades. Llegando ahí nomás me pasan por el costado tres personas corriendo
con sus calzados en la mano. Se me fueron las ganas de filmar. Me acerco a un
tipo que se lo veía muy atento a todo y me dice: “Se bajaron del Sarmiento y se
cruzaron con la barra de All-Boys que estaba defendiendo a la gente que cortaba
la calle”.
Ya estoy en Carrasco, que en su intersección con
Rivadavia viene siendo el epicentro de los reclamos más álgidos de la gente
afectada por los cortes de luz. Sin embargo esta vez hay algo distinto. El
clímax no está ahí sino a unos metros, en el cruce de barrera. El mismo paso a
nivel que están arreglando hace meses y que todo parecía indicar que
reinaugurarían dentro de poco. En el lugar, unas 50 personas aproximadamente.
Hay fuego sobre las vías, reconozco al verdulero de la cuadra, un matrimonio
que tengo de vista, unos pibes de la cuadra, y otros tantos que desconozco pero
se los ve igual de ofuscados.
Cruzo como puedo para llegar rápido a casa. Agarro
los timbos, las medias, las vendas y me vuelvo al lugar del hecho, el mismo que
dentro de 1 hora me vería jugando a la pelota a unos metros nomás. Me quedo
metido en medio de la gente, hablan, putean, se ríen, se hacen chistes, hay
alguna que otra cacerola maldita. Se agrupan en una suerte asamblea barrial y
definen: “Si mañana seguimos sin luz, a las 17 todos acá de nuevo”. Aplauden y
se dispersan de a poco, al grito de “Vamos Floresta!”
Pasó. Pasa. Y yo me fui a hacer la mía. Pero me
quedé pensando mucho. 10 años de crecimiento económico sostenido (salvo alguna excepción
como la del 2009)1, ¿y no se invirtió un peso en la red eléctrica de la CABA? ¿Cómo puede
ser? ¿Qué importa si es el problema de uno, de dos o 25 barrios? Es un
problema, tiene que haber respuestas. ¿Cómo puede ser que el Gobierno Nacional
siempre tenga a quien culpar y se coloque en el rol de observador, o lo que es
peor aún, de narrador omnisciente que nos cuenta como es en verdad la cosa? Fue
el motorman, fue que en verdad los saqueos fueron organizados (entonces ya no
importa donde radica el problema o porqué hay gente dispuesta a participar en
eso), es Edesur, es Edenor, entonces no importa el ENRE (Ente Nacional
Regulador de Electricidad), no importa auditar a las empresas, no importa que
no inviertan, o importa recién ahora que se destapa la olla.
¿Será por todo esto, entonces, que el Gobierno
últimamente no hace otra que invitarnos a defender lo hecho, y pareciera que
para adelante nada?
Hay algo bueno en todo esto. El mito de que lo
privado es mejor se derrumbó a pedazos. Recuerdo amigos, familiares que en los
90 decían “está bien, el Estado hace todo lento, todo deficiente”. Pero no
resuelve la discusión el tipo de gestión, hay que llenar de contenido esa
categoría de Estado. Ese que hoy en muchos aspectos está ausente, y que lo
curioso del caso es que la crítica hegemónica (por derecha) le pide que no se
meta más. Tiene que ser un actor determinante de estas problemáticas. No solo
tiene que ser el que gestione y posea los recursos naturales, y por ende los
servicios básicos e indispensables para los ciudadanos, sino que hay que
involucrarse con ese Estado. Llenarlo de contenido implica ser parte, que haya
control popular de los organismos que brinden la luz, el agua, etc.
Hace rato que no vale más el delegar para que otros
vengan y hagan. No nacen “políticos honestos” de abajo de las baldosas, así
como no nacen policías “más nobles” milagrosamente. La discusión es la misma,
es compleja, y es extensa. No hay recetas para esto seguramente. Y si las hay
seguramente que el que escribe no tiene ni idea, pero de seguro hay dos
componentes que son indispensables: la participación y el compromiso social con
las problemas del pueblo.