viernes, 27 de diciembre de 2013

¿Y el Estado qué?


El reloj marca las 19.45 del día 26 de diciembre de 2013. El 96 (ramal Semi-San Alberto) me levanta como hace 10 años en la intersección de Cochabamba y Salta. En general, son unos 25 minutos hasta que me deposita en las inmediaciones de mi querido barrio de Floresta/Villa Luro. Sin embargo, a la altura del Parque Chacabuco aproximadamente el tránsito se empieza a sentir y vamos al ritmo del número 2 de Boca en la actualidad. Algo anda mal. Hay tufo, más clima de revuelta que de Papá Noel, que acaba de pasar sin pena y sin gloria. Minutos después me asomo y desde la 25 de mayo se ven algunas gomas quemadas, maderas, contenedores de basura, etc. Distintos focos de tensión, donde grupos de personas se encuentran reclamando.
Una vez a pie, me dispongo a caminar las 10 cuadras que me separan de mi casa. Unos pasos y ahí nomás me doy cuenta que la cosa está podrida. Tengo una reacción estúpida, propia de TN y la gente: agarro mi celular y me pongo a filmar mientras camino por una Rivadavia desolada. A la altura de Cardoso está cortado con un par de fogatas caseras con distintas tonalidades. Llegando ahí nomás me pasan por el costado tres personas corriendo con sus calzados en la mano. Se me fueron las ganas de filmar. Me acerco a un tipo que se lo veía muy atento a todo y me dice: “Se bajaron del Sarmiento y se cruzaron con la barra de All-Boys que estaba defendiendo a la gente que cortaba la calle”.
Ya estoy en Carrasco, que en su intersección con Rivadavia viene siendo el epicentro de los reclamos más álgidos de la gente afectada por los cortes de luz. Sin embargo esta vez hay algo distinto. El clímax no está ahí sino a unos metros, en el cruce de barrera. El mismo paso a nivel que están arreglando hace meses y que todo parecía indicar que reinaugurarían dentro de poco. En el lugar, unas 50 personas aproximadamente. Hay fuego sobre las vías, reconozco al verdulero de la cuadra, un matrimonio que tengo de vista, unos pibes de la cuadra, y otros tantos que desconozco pero se los ve igual de ofuscados.
Cruzo como puedo para llegar rápido a casa. Agarro los timbos, las medias, las vendas y me vuelvo al lugar del hecho, el mismo que dentro de 1 hora me vería jugando a la pelota a unos metros nomás. Me quedo metido en medio de la gente, hablan, putean, se ríen, se hacen chistes, hay alguna que otra cacerola maldita. Se agrupan en una suerte asamblea barrial y definen: “Si mañana seguimos sin luz, a las 17 todos acá de nuevo”. Aplauden y se dispersan de a poco, al grito de “Vamos Floresta!”
El fuego permanece en las vías y como es obvio el tren sigue sin asomar. Hay dos personas que intentan de forma muy precaria quitar las maderas prendidas, tienen guantes, intentan patearlas pero son muy pesadas. Parecen personal de civil de alguna fuerza, o del tren Sarmiento. Uno de ellas usa de pala el letrero que en algún futuro indicaría la señal de que por ahí pasa el tren. Habla por teléfono con alguien: “Che acá estamos levantando como podemos porque no tenemos con que”
Pasó. Pasa. Y yo me fui a hacer la mía. Pero me quedé pensando mucho. 10 años de crecimiento económico sostenido (salvo alguna excepción como la del 2009)1, ¿y no se invirtió un peso en la red eléctrica de la CABA? ¿Cómo puede ser? ¿Qué importa si es el problema de uno, de dos o 25 barrios? Es un problema, tiene que haber respuestas. ¿Cómo puede ser que el Gobierno Nacional siempre tenga a quien culpar y se coloque en el rol de observador, o lo que es peor aún, de narrador omnisciente que nos cuenta como es en verdad la cosa? Fue el motorman, fue que en verdad los saqueos fueron organizados (entonces ya no importa donde radica el problema o porqué hay gente dispuesta a participar en eso), es Edesur, es Edenor, entonces no importa el ENRE (Ente Nacional Regulador de Electricidad), no importa auditar a las empresas, no importa que no inviertan, o importa recién ahora que se destapa la olla.
¿Será por todo esto, entonces, que el Gobierno últimamente no hace otra que invitarnos a defender lo hecho, y pareciera que para adelante nada?
Hay algo bueno en todo esto. El mito de que lo privado es mejor se derrumbó a pedazos. Recuerdo amigos, familiares que en los 90 decían “está bien, el Estado hace todo lento, todo deficiente”. Pero no resuelve la discusión el tipo de gestión, hay que llenar de contenido esa categoría de Estado. Ese que hoy en muchos aspectos está ausente, y que lo curioso del caso es que la crítica hegemónica (por derecha) le pide que no se meta más. Tiene que ser un actor determinante de estas problemáticas. No solo tiene que ser el que gestione y posea los recursos naturales, y por ende los servicios básicos e indispensables para los ciudadanos, sino que hay que involucrarse con ese Estado. Llenarlo de contenido implica ser parte, que haya control popular de los organismos que brinden la luz, el agua, etc.
Hace rato que no vale más el delegar para que otros vengan y hagan. No nacen “políticos honestos” de abajo de las baldosas, así como no nacen policías “más nobles” milagrosamente. La discusión es la misma, es compleja, y es extensa. No hay recetas para esto seguramente. Y si las hay seguramente que el que escribe no tiene ni idea, pero de seguro hay dos componentes que son indispensables: la participación y el compromiso social con las problemas del pueblo.


martes, 29 de octubre de 2013

Acerca de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual




     En el día de hoy la Corte Suprema de Justicia puso fin a un proceso extenso de 4 años en el cual el Grupo Clarín obturó por todos los medios (judiciales pero también políticos, sociales y simbólicos) la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA). A partir de hoy mismo el AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) no tendrá más pretextos para hacer cumplir la plena vigencia de dicha norma que tiene como espíritu la democratización de los medios audiovisuales en la Argentina. 

Hasta aquí la noticia. Ahora (como antes), hay varias cuestiones que merecen no olvidarse:

  •  Una real democratización de la comunicación supone pensar mucho más allá de la vigencia de una ley.  Requiere por ejemplo de que cada vez sean más los que reclamen al poder político y al poder económico que esto suceda. Esto es, que así como la ley 26.522 fue el producto de un extenso proceso de discusión de las organizaciones populares, las medios alternativos, etc., ahora (más que nunca) se siga exigiendo que todas las voces sean oídas.
  •  Esto además de depender de una voluntad política concreta de quienes conducen el poder ejecutivo, reclama a gritos que el conjunto de la ciudadanía sea quien lo exige día a día.
  • El AFSCA en representación del Estado hasta ahora poco a hecho para que el resto de la ley se cumpla en su totalidad. Ejemplo de eso ha sido el escaso otorgamiento de licencias a radios y medios comunitarios en general.



Ahora bien, este escenario no puede desconocer que este fallo sale a la luz en uno de los momentos más “críticos” en términos de legitimidad del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. No es el propósito aquí describir los porqué de esta situación ni menos aún establecer cuanto de estas condiciones son reales y cuanto discursivas, si es que se puede admitir una diferenciación entre ambas.

Por el contrario, lo que aquí me interesa es poder pensar cuáles son las condiciones que llevan a naturalizar aquel discurso que dice que la mal llamada ley de medios responde a un capricho del kirchnerismo en contra de un grupo económico en particular, y que dicha condición implica necesariamente descreer no sólo el propósito que la misma norma establece en su artículo nro. 1[1], sino también el proceso de debate previo que incluyó diversos actores sociales.

Seguramente, que dicho propósito exceda por mucho las posibilidades que aquí se presentan, pero al menos quisiera poder aportar algunas preguntas que contribuyan a poder releer el escenario actual. ¿Cómo llega un particular (una empresa) a postularse por encima de la sociedad toda? ¿Cómo consigue hacerlo desde el cinismo de suponer que su sustentabilidad va de la mano de la libertad de expresión de la sociedad toda? Y por último, ¿Cómo es que estas cuestiones se encarnan en las personas y se vuelven banderas o argumentos para despotricar contra el gobierno de turno?

Dichos interrogantes están pensados con un alto grado de ingenuidad. En primer lugar, porque ese particular es el multimedios más grande del país y como tal el principal formador de opinión de la sociedad argentina. Pero además, un conjunto grande de aquellos que se sienten identificados con el discurso del “gran diario argentino” son parte de una clase que post 2001 descreyó profundamente de los sectores de gobierno. Algo que si bien pasó con distinta tenacidad según el momento de nuestra historia, aquel final de la etapa más regresiva del neoliberalismo dejó sin dudas un marca imborrable, aún asumiendo que obviamente aquel momento afectó a la sociedad en su conjunto y no solamente a los sectores que aquí describimos. Sin embargo, sería necio plantear la discusión en estos términos solamente porque reduciría la cuestión a pensar en el solo hecho de cómo cada uno “lee” al kirchenirsmo, que podemos coincidir o no en sus políticas pero que nadie podrá negar que se presentó como el principal protagonista a la salida de aquella crisis.

Por lo recién expuesto, podemos deducir que algo que debemos incluir como un eje transversal es que todo aquello que se diga de la LSCA (pero de cualquier política de estado del kirchnerismo) estará atravesado por este escenario polarizado que según quien lo presente ubicará a los buenos de un lado y a los malos del otro.

En segundo término, para pensar el siguiente interrogante también incorporando el eje que acabamos de plantear, diremos que dicho escenario implica la negación de cualquier tipo de interés en saber o conocer cuáles son las causas efectivas de esta norma. Y esto vale pensarlo no solo desde como el Grupo Clarín durante 4 años presentó sus intereses como el interés de todos (libertad de expresión) sino que exige necesariamente repensar cuánto hizo falta (audiencia pública mediante) para que se desenmascare que ese interés individual (por más dominante que sea) no podía estar en nombre de todos. En ese sentido, lo que hoy determinó la Corte Suprema de Justicia habrá marcado un antes y un después en términos jurídicos pero para que desde ese plano se convierte en una real democratización de la comunicación, supondrá de una apropiación efectiva de cada vez más ciudadanos, interesados en ser beneficiarios de ese derecho. Por eso, dicho desafío requiere exceder la mirada y ampliar el foco que hoy está puesto en lo jurídico. No solo para que cada vez más sean quienes asuman ese rol que nos involucra con un Estado (no con un gobierno) del que somos parte todos. Por supuesto, que también podemos poner en cuestión si ese Estado nos representa o no. O si así como está nos parece que reproduce las condiciones sociales actuales o no. Pero justamente, si de eso se trata, para poner en cuestión al Estado (y a las corporaciones también) hay que tomar un rol protagónico con la historia, con los hechos y las conquistas sociales que involucran al conjunto de la ciudadanía. En ese camino, la LSCA en particular pero la democratización real de los medios en la Argentina es una causa que hay que defender en las calles, en las radios, en los medios, y en lo cotidiano de nuestros días.




[1]La regulación de los servicios de comunicación audiovisual en todo el ámbito territorial de la República Argentina y el desarrollo de mecanismos destinados a la promoción, desconcentración y fomento de la competencia con fines de abaratamiento, democratización y universalización del aprovechamiento de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación” artículo 1 – Ley 26.522

viernes, 15 de marzo de 2013

Lo eligió Dios


Hacía tiempo no escribía por acá pero creo que los acontecimientos de los últimos días así lo ameritan. El pasado miércoles el Vaticano eligió por primera vez en su historia a un Papa que no es europeo, y todavía más a uno que es latinoamericano, y como si fuera poco a uno que es argentino.
Fuera de todo sensacionalismo, chauvinismo y todo tipo de reacciones que este hecho genera, a mí hay uno que me llama poderosamente la atención, y es que por un momento sentí que estaba viviendo en otra época, cuando a decir verdad por algunos días de mi vida pensaba que la humanidad estaba un poco más “acorde” al siglo XXI, pero sobre todo más aggiornada a los tiempos que corren con sus problemáticas y con toda el agua que ya corrió debajo del puente papal.
Definitivamente debo admitir que me equivoqué. Me tocaron vivir experiencias surrealista  en primera persona, como ver llorar a una persona, no tan mayor como usted piensa, festejar a otra más o menos como yo grité el gol de Maxi Rodríguez a México en el mundial 2006, y algunas más que no vale la pena mencionar. Ni hablar de la explosión nauseabunda de los medios y las redes sociales. “Dijo el papa: ahora sí, vayan a laburar”, “Que bueno un papa argentino, ojalá no sea como la presidenta!”, “Te guste o no te guste, este tipo es el argentino más importante de nuestra historia”, etc.
En fin, no sigamos porque no tiene sentido. Solo quería incluir estas impresiones para fundamentar algunas ideas que se me vienen a la cabeza, sobre todo dos. Vamos con la primera. Siempre me pregunté cómo se podía explicar que una persona que se dice “cristiana” (o sea que para algunos puede ser sinónimo de “creyente en la palabra de Dios”) se la pase diciendo “negros de m”, o se queje de los extranjeros en su país, o simplemente construya tan simplistamente un “nosotros colectivo” que excluía a tanta gente. Me daba curiosidad porque pensaba: “acaso no somos todos hermanos”, “acaso no somos todos hijos de Dios”?
También me quedé reflexionando en su momento, cuando tuve la posibilidad de visitar otras culturas donde te explican con tanta claridad de que allí la Catedral Metropolitana está erigida justo encima de un templo precolombino, o que allí los españoles se lo han llevado todo, han asesinado brutalmente, y tantas otras vivencias de aquel nefasto encuentro entre el viejo y el nuevo continente. Me sorprendía cuando esas personas que nos relataban su historia al mismo tiempo llevaban su rosario colgado en el cuello.
La segunda impresión tiene que ver con lo que pasó esta semana con la elección del Papa argentino. En esta lectura, yo puedo entender que haya gente que se alegre por un sentir nacionalista, que para algunos cause “orgullo” o para otros efectivamente implique la “emoción” de tener un nuevo y máximo representante de la Iglesia. Lo que a mí me cuesta horrores concebir es que efectivamente haya gente que haga de eso un hecho que se traduce en: “de verdad, a ese tipo que está ahí lo eligió Dios, todo lo demás no importa”. De ahí el “le guste a quien le guste” de muchos. En este sentido, yo no estoy afirmando que Bergoglio sea un demonio, y hasta podemos suponer que en su elección hay algo de “el mal menos peor”, que es jesuita, que se puso Francisco, que no usó los bordados papales en su primera aparición, etc. Pero me parece que hay hechos que fuera de todo subjetivismo, son empíricos: el tipo fue en contra de leyes que ampliaron derechos (matrimonio igualitario e identidad de género por ejemplo), miró para otro costado cuando otros dos cristianos como él  (Yorio y Jalics) fueron “chupados” por la dictadura, se convirtió en un referente de la derecha argentina más reaccionaria. Y ni hablar si nos referimos a la Iglesia católica como institución, desde la dudosa muerte de Juan Pablo I en su momento, hasta las incansables denuncias de pedofilia, o el curioso caso de ser una entidad con un banco propio cuestionado por ilícitos manejos de dinero, etc.
Por eso, y para ir cerrando, si usted está de acuerdo con que estos hechos sobre el nuevo Papa y la institución católica son datos “objetivos” no me mienta en la cara, no diga “lo eligió Dios”. En todo caso, asuma “lo eligió Dios pero de paso está bueno que sea argentino para que le meta presión a la yegua, y sus vínculos con la dictadura no importan porque total yo creo que en la teoría de los dos demonios”.
En conclusión, que quede claro que no me refiero a todos los cristianos. Se de gente fiel a sus creencias, que no necesita intermediarios, pero solo quería sentar mi posición de que  para mí es importante diferenciar religión (la fe en algo) de la institución (Iglesia católica),  porque si de algo sirve el nombramiento de Francisco, es para tener en claro que los papas son de carne y hueso, los eligen por algo en determinado momento y sobre todo, que la elección del Papa es un hecho político en sí mismo. Yo de religión se poco pero de seguro que todo esto que pasó esta semana poco tiene que ver con Dios.