lunes, 26 de enero de 2015

Román jugaba El fútbol


Esta no es una nota periodística. Tampoco es un perfil ni mucho menos persigue los fines pretenciosos de la supuesta objetividad. Esto que van a leer es solo un descargo de un tipo que desborda de nostalgia, cuestión que lo hará seguramente escupir una catarata de lugares comunes que lo lleven a desahogar un cacho de penas.
Vengo de la época de los 90`. Fui de los tipos que fue a la Bombonera durante aproximadamente 6 años y se comió el cuento que decía: “Boca va a salir campeón, Boca va a salir campeón el día que gritemos todos la re puta madre que los re parió!” Fue una época dura. Yo era pibe, la cara a punto de estallar de pubertad y el brazo derecho cubierto de pulseras azules y amarillas hasta casi llegar al codo.
Me acuerdo que cuando debutó Román no había ido a la cancha porque empezaba a joderme la mística del aguante y de que había que soportar las malas para que algún día al fin lleguen las buenas.
Te cuento esto para que contextualices algo que te puede pasar a vos, bostero que quizás sentiste algo parecido o a vos hincha de fútbol que no podés entender la enfermedad que tenemos algunos por el señor que se acaba de despedir.
La vida está llena de sinsabores pero también tiene esas cosas que te mantienen despierto, orgulloso, sonriente. Esas sensaciones están ancladas en momentos que uno guarda cuidadosamente. Por eso haber podido ser testigo de los 11 títulos, los 92 goles, las 169 asistencias, y demás genialidades de Juan Román Riquelme, es sin duda una de las grandes fortunas de esta vida. Yo le voy a contar a mis hijos que vi en la cancha jugar al tipo más importante de la historia del club. Lo vi hacer cosas tan simples como perfectas. Lo vi hacer goles desde afuera del área en donde parecía que el arco medía 25mts, la pelota entraba de tal manera que decías: “che pero el arquero no llegaba?”, te humillaba, pisaba la bocha en la cara y moverlo con el cuerpo era casi imposible. Yo vi a jugadores de River pidiendo clemencia y sin embargo él siempre les habló con respeto (a sus hinchas también).
Quedarán en la memoria los shores amarillos, la cara tensa y segura frente al nefasto del presidente, el no festejo de gol frente a los mafiosos que financiaban otros, los abrazos con el Virrey y tantos pero tantos otros recuerdos. Riquelme jugaba El fútbol. Riquelme hablaba de fútbol. Y eso que muchos no se bancaron habla de su hombría, de su estirpe, de su grandeza. Los medios del exitismo se ocuparon de pegarle una y otra vez, esos que hoy (como Román vende como loco) dicen en sus portadas: “Lo que nos dejó Román”.
A ustedes nada, giles. A los hinchas de Boca todo. Porque para un fútbol en donde se habla más de novelas de vestuario, pases millonarios o de botines que parecen zapatos de baile, Román jugaba El fútbol.
Por eso, si a vos te gusta el fútbol definitivamente te debe haber gustado Román. Y entonces inevitablemente hoy será un día con sabor amargo, porque al menos el pedazo de fútbol que él solía regalarnos, no lo vamos a ver más. Ni siquiera importa pensar si a la vuelta de la esquina de la salida del delincuente que hoy Boca tiene como presidente, existe la posibilidad de que la magia vuelva 6 meses más. No importa. Hoy se termina buena parte del fútbol grande de la Argentina. Los que amamos el fútbol sabemos cuánto vale haber sido parte. Y los que lo sentimos igual que JR, tenemos el plus de compartirlo con la misma dirección en el DNI: Brandsen 805 ¡Hasta siempre Román!