Esta no es una nota periodística. Tampoco es
un perfil ni mucho menos persigue los fines pretenciosos de la supuesta
objetividad. Esto que van a leer es solo un descargo de un tipo que desborda de
nostalgia, cuestión que lo hará seguramente escupir una catarata de lugares
comunes que lo lleven a desahogar un cacho de penas.
Vengo de la época de los 90`. Fui de los tipos
que fue a la Bombonera durante aproximadamente 6 años y se comió el cuento que
decía: “Boca va a salir campeón, Boca va a salir campeón el día que gritemos
todos la re puta madre que los re parió!” Fue una época dura. Yo era pibe, la
cara a punto de estallar de pubertad y el brazo derecho cubierto de pulseras
azules y amarillas hasta casi llegar al codo.
Me acuerdo que cuando debutó Román no había
ido a la cancha porque empezaba a joderme la mística del aguante y de que había
que soportar las malas para que algún día al fin lleguen las buenas.
Te cuento esto para que contextualices algo
que te puede pasar a vos, bostero que quizás sentiste algo parecido o a vos
hincha de fútbol que no podés entender la enfermedad que tenemos algunos por el
señor que se acaba de despedir.
La vida está llena de sinsabores pero también
tiene esas cosas que te mantienen despierto, orgulloso, sonriente. Esas sensaciones
están ancladas en momentos que uno guarda cuidadosamente. Por eso haber podido
ser testigo de los 11 títulos, los 92 goles, las 169 asistencias, y demás
genialidades de Juan Román Riquelme, es sin duda una de las grandes fortunas de
esta vida. Yo le voy a contar a mis hijos que vi en la cancha jugar al tipo más
importante de la historia del club. Lo vi hacer cosas tan simples como
perfectas. Lo vi hacer goles desde afuera del área en donde parecía que el arco
medía 25mts, la pelota entraba de tal manera que decías: “che pero el arquero
no llegaba?”, te humillaba, pisaba la bocha en la cara y moverlo con el cuerpo
era casi imposible. Yo vi a jugadores de River pidiendo clemencia y sin embargo
él siempre les habló con respeto (a sus hinchas también).
Quedarán en la memoria los shores amarillos,
la cara tensa y segura frente al nefasto del presidente, el no festejo de gol
frente a los mafiosos que financiaban otros, los abrazos con el Virrey y tantos
pero tantos otros recuerdos. Riquelme jugaba El fútbol. Riquelme hablaba de
fútbol. Y eso que muchos no se bancaron habla de su hombría, de su estirpe, de
su grandeza. Los medios del exitismo se ocuparon de pegarle una y otra vez,
esos que hoy (como Román vende como loco) dicen en sus portadas: “Lo que nos dejó
Román”.
A ustedes nada, giles. A los hinchas de Boca
todo. Porque para un fútbol en donde se habla más de novelas de vestuario,
pases millonarios o de botines que parecen zapatos de baile, Román jugaba El
fútbol.
Por eso, si a vos te gusta el fútbol definitivamente
te debe haber gustado Román. Y entonces inevitablemente hoy será un día con
sabor amargo, porque al menos el pedazo de fútbol que él solía regalarnos, no
lo vamos a ver más. Ni siquiera importa pensar si a la vuelta de la esquina de
la salida del delincuente que hoy Boca tiene como presidente, existe la
posibilidad de que la magia vuelva 6 meses más. No importa. Hoy se termina
buena parte del fútbol grande de la Argentina. Los que amamos el fútbol sabemos
cuánto vale haber sido parte. Y los que lo sentimos igual que JR, tenemos el
plus de compartirlo con la misma dirección en el DNI: Brandsen 805 ¡Hasta
siempre Román!